martes, 1 de septiembre de 2009

Histeria individual.

Sí, me pongo nervioso. O no. Me pones nervioso. Quizás haya sido ese té que nunca consigues terminarte antes de las 11:14 am. Pero hoy, especialmente, tenía prisa. Y mucha. Puede que el haber roto la barrera de mi paciencia sea la causa de mi acusado insomnio. Ahí afuera llueve y gota a gota la humedad trata de herir mis tímpanos. Dentro de esta habitación también llueve. Menos mal que nosotros somos niños impermeables.
¿Sabes? Tras el tercer no poco ruidoso sorbo de ese enervante té que nunca terminas a tiempo, especialmente hoy que tenía prisa aunque tenía todas las pintas de estar muy caliente por el humo que desprendía, tú te las ingeniaste par conseguir que unas cuantas partículas de ese líquido que nunca logrará agradarme, difusas pero esféricas, aterrizasen con disimulo en una de mis camisetas que por algún motivo que desconozco llevabas puesta. Acto seguido te callas y vuelves a existir una vez más. Ya perdí la cuenta. Llevo razón cuando digo que eres un desastre, pero consigues ir todavía más allá. Me dices que hoy no es hoy, y después de todo no tengo argumentos para desbaratar tu sutil teoría. Solías decir que no es coincidencia que la ausencia de la evidencia no conlleve la evidencia de la ausencia. Fue entonces cuando me diste motivos para comenzar a creer en tus excentricidades.
Y ahora, diez minutos más tarde de apagar la luz ( para dormir) y encender mi pensamiento ( para no dormir) aun sigo esperando el clic distorsionado que emitirá esa bombilla que, estropeada, lleva haciendo ese ruido todas las noches desde el seis de octubre. Sé que después de ese clic siempre haces lo mismo: te das media vuelta y bajas un poco las sábanas con este bonito estampado de infantil inocencia. Creo que te sigues destapando por la incandescencia intermitente de este estival invierno que acecha bajo la almohada en que siempre colocas tu mano izquierda. Después de ese clic tengo tus movimientos tan estudiados que podría descomponerlos en una secuencia de seiscientos veinticinco exactos, uno por uno. Me fascina verte dormir, pero hoy tengo prisa. Y mucha. Te zarandeo, un poco bruscamente, y te hago incorporarte. Aún llevas mi camiseta manchada, pero esa pequeña gran fatalidad no es comparable a la relevancia de la causa de mi impaciencia.
Clic. Suena en mi pecho. ¡Por fin!
- Quiero jugar ya- no dudo en escupir-. Necesito utilizar inmediatamente esa cometa subterránea que me has regalado.
- Vamos entonces. Espero que hoy haya algún terremoto.

2 comentarios:

  1. No voy a volver a decirte que me encanta, porque ya lo sabes (aunque yo prefiera el café).
    Desde que ha llegado aquí el desenterrador de reliquias no escritas , no sabes cuánto ha ganado esto...
    Espero con impaciencia nuevas maravillas Ü.

    ResponderEliminar
  2. Cerfvolants... la verdad nunca me había parado a pensarlo, mira que cosa habéis descubierto..., o mejor dicho, enterrado tu surrealismo y tú. Bien hecho, sí.
    Debo pasarme más a menudo por este mundo subterráneo, ¿hay autobuses enterrados?, es que desde que busco aquel detector de bujas dorado estoy un poco vaga. Mi ciervo almizclero viene conmigo.

    Por si no te habías dado cuenta me encanta tu blog =D.

    ResponderEliminar