Con la misma facilidad con la que se podría identificar a un cuervo volando en medio de un campo luego de días de nevada intensa, así supe de tu transparencia, y el miedo se corrigió como la menor de las palabras.
Antes tenía miedo. Existía la duda, la duda como un cuchillo siempre afilado que no sólo depende de su filo, sino también de la actitud del que lo porte y de la verdadera finalidad que este persiga. Era esa suerte de duda que siempre he tenido al no saber qué óleos van a analizarme una vez entre en la sala del museo.
Entonces agarras mi muñeca con decisión, pero sin perder un atisbo de cuidado, y no titubeo. Entonces aprendemos con la velocidad y la capacidad de los niños actos, palabras, decisiones. Entonces, estar abrazados es el mayor de los triunfos.
¿Será eso vivir de verdad, la existencia horizontal? ¿Será eso amar, aludir al amor, sin tener que pensar en ello, sin siquiera ser consciente?